Pensamiento Crítico y Pseudociencias
Ago 14 2018- Detalles
William Hernando Rocha Jácome
Administrador de Empresas – Especialista en Gerencia de Instituciones Educativas
Docente del Programa de Administración de Empresas
En la historia del ser humano siempre han existido mentiras y falacias que se propagan o difunden, sin embargo, en nuestros tiempos se ha acrecentado y peor aún, ha germinado un sincero e ingenuo desprecio por los hechos y la evidencia, en otras palabras, la realidad objetiva y sustentable mediante pruebas y evidencias, es ahora intersubjetiva y prevalece lo que un grupo de personas concibe como verdadero, sin importar que exista evidencia en contra de dicha creencia o argumento. Este fenómeno es claramente perceptible en muchas facetas y escenarios de la vida diaria y cotidiana, en la política, la economía, etc., no existe un ámbito que no se encuentre permeado o en cierta forma afectado de manera mediática, por lo que se ha llegado a denominar como la posverdad.
El ámbito universitario no es la excepción, ya que la falta de rigor científico, de pensamiento crítico y conductas emancipadoras, tanto en docentes, estudiantes y demás actores del acontecer de un “claustro ilustrado” han favorecido la proliferación de mitos, falsas concepciones teóricas, pseudociencias y la tendencia a aceptar y validar diversas posturas e ideologías, bulos y falacias, sin la más mínima duda, sin solicitar pruebas o evidencias que sustenten una idea, argumento, teoría o creencia.
Nos encontramos en un estado de inautenticidad; como le llamaba Heidegger, en un pasmoso estado de falta de curiosidad, de escepticismo, donde la crítica en vez de promoverse como medio para la validación de argumentos y filtro de las ideas, es censurada, vilipendiada y satanizada. En un estado tal, que aquel que se atreve a disentir, a exponer ideas contrarias, a apelar a la crítica, a emplear la lógica y la racionalidad para la validación de argumentos, a plantear la ciencia como mecanismo para conocer la realidad, a hablar del método científico, o aun peor, que sea científico, es recriminado, señalado, tachado de rebelde, de generador de caos, de ser un factor desestabilizador del statu quo y de la comodidad del que no acostumbra a pensar.
La perniciosa idea gestada en la filosofía posmoderna estructuralista, que señala que el mundo no es cognoscible, que la realidad es maleable al gusto de cada persona, que la ciencia no tiene validez para explicar los fenómenos y hechos, la que asegura que es el discurso el que crea la realidad, ha sentado las bases para la proliferación de modas, tendencias, modelos y enfoques, que han sido plasmados en todo tipo de literatura y propuestas, las cuales se encuentran sustentadas en experiencias personales de vida y de éxito, o con la motivación de timar a la gente, sin que exista una fundamentación científica de las mismas, un marco sustentable o evidenciable que permita la contrastación de éstas con la realidad, que posibilite su comparación con otras propuestas y que permita su refutación.
Muchas de estas modas o tendencias pseudocientíficas, son ofrecidas como la solución definitiva para resolver todos los males de la humanidad, se ofrece la cura de enfermedades mediante pensamientos positivos y meditación, sonido-terapia, reiki, la libertad, solvencia y estabilidad financiera siendo coach de la vida personal y profesional, se ofrece descubrir la mejor versión de uno mismo empleando programación neuro lingüística y coaching, nos venden el secreto para ser altamente efectivos siguiendo un conjunto de pasos, nos hablan de liderazgo cuántico, administración metafísica, ochenta y ocho peldaños para alcanzar el éxito, como hacernos ricos sin trabajar, ser líderes con inteligencia emocional, desestimar la vacunación como medio de combatir las enfermedades, etc., etc.,.…
¿Cuál es la principal característica de este tipo de pseudociencias?, no son fruto de un trabajo científico serio, metódico, sistemático, comprensible, explicable y verificable. Estas pseudociencias son fruto del trabajo de charlatanes, de sofistas con una retórica admirable, un buen manejo del lenguaje corporal, con gráciles y elegantes discursos, en los cuales solo dicen lo que las personas quieren escuchar, timadores que inundan de mentiras reconfortantes a sus interlocutores, ya que saben perfectamente que el autoengaño funciona y que las verdades incomodas no venden libros ni llenan auditorios. Son expertos en aludir al tema de las emociones y aprovechan la tendencia del ser humano a caer en sesgos cognitivos que llevan a una tergiversación, juicio equívoco o interpretación ilógica de la realidad.
La academia se encuentra inundada de estos sofistas, ilusionistas del verbo, charlatanes que se comportan como lo que son: vendedores de ilusiones, y tienen una estrategia muy bien montada que se encuentra conformada por tres partes muy bien diferenciadas: la primera consiste en generar desamparo y ansiedad, la segunda encontrar un “hombre de paja”, un presunto culpable de dicha ansiedad para, por último, presentar una solución definitiva al problema que causa dicha ansiedad.
La Universidad tiene una enorme misión, emulando a Prometeo, formar mentes que ante todo sean críticas, que tengan la capacidad de verificar, comprobar y no aceptar todo lo que se les ofrece. En este sentido, la ciencia se convierte en la herramienta básica y fundamental, para combatir las pseudociencias, la desinformación, a los charlatanes. En esta medida, los docentes son los que deben llevar la antorcha con la llama de la ciencia y acabar con la oscuridad de la ignorancia. Su tarea es dudar de todo, no aceptar sin reflexionar, esa es la clave, un docente auténtico no es más que un escéptico bien informado.
La consigna es, desconfiar de aquellos que dicen conocer la verdad sin aportar ninguna prueba o evidencia que pueda ser sometida a la revisión de pares… hacernos preguntas, tener curiosidad, ser escépticos, y, ante todo desarrollar la capacidad de pensar de forma crítica, empleando la lógica, la racionalidad, la información y el conocimiento que la ciencia día a día nos ofrece.